sábado, 10 de diciembre de 2011

Nadie me puede faltar al respeto

Ni a mi ni a ti, claro.

Nadie me puede faltar al respeto salvo yo mismo.

El fin de todas las personas es ser lo más felices posible. Pero hay veces en las que no lo soy, y no lo soy porque decido enojarme. Cuando me enojo no hago daño al que me produce el enojo sino a mí mismo, entonces, ¿por qué me enojo si me hago daño? me estoy faltando el respeto a mí mismo, que quiero ser feliz y ¿quién no me deja? yo mismo, que elijo enfadarme. Este comportamiento es algo que hemos aprendido pero que debemos cambiar porque no nos hace más felices ni mejora nada, más bien al contrario.

Ya lo he dicho en otra entrada en este blog pero creo que merece la pena repetirme: cuando alguien me insulta, por ejemplo, es como si me tirara una flecha, yo puedo dejar pasarla o puedo agarrarla en el aire y pincharme con ella, ¿quién me está fastidiando, el que lanza la flecha o yo mismo que la cojo y me pincho con ella? Si vamos por ahí agarrando las flechas que me tiran para autohacernos daño, ¿no nos estamos faltando el respeto a nosotros mismos autoimpidiéndonos ser felices?

Si puedo evitar que me insulten, lo evitaré (pondré un parte, pondré una denuncia, se lo comunicaré a quien proceda, me alejaré de la persona o situación...), pero no me irritaré porque no dejaré que esa persona pueda hacerme infeliz. No le voy a dar el poder sobre mi felicidad a otra persona.

"Di todo lo que quieras porque no te permito hacerme pasar ni un mal día ni un mal minuto, no tienes ese poder sobre mí :). Con gran satisfacción te comunico que, el poder, es ahora MIO"