domingo, 15 de mayo de 2011

Elegir mi vida en cada momento

A la hora de afrontar algo malo o regular que nos llega y no podemos cambiar tenemos dos posibilidades:
  • quejarnos hasta la saciedad y aburrir a todos y a nosotros mismos.
  • cambiar nuestro punto de vista y recibir lo bueno que tenga tal situación.
Hay personas y situaciones que aparentemente no hemos elegido pero que llegan. Cosas que no son justas, cosas que no merezco, mala suerte, personas insoportables... si, si, ya, ya, lo que sea pero, ¿de qué narices me sirve quejarme de algo que no puedo cambiar? 
¿Para relajarme? lo dudo, a veces es necesario contar algo para alejarme de la situación y poder verla con perspectiva y, al contarlo, lo consigo, con lo que no se trata de una queja sino que es un replanteamiento de la situación para verla desde más arriba.
Quejarse es caer en la trampa de darle vueltas al asunto, remover la porquería sin ninguna intención de hacer nada con ella, sólo quejarse. En este caso uno no se siente mejor, no se ha desahogado porque, en cuanto llega otra oportunidad de quejarse, volvemos a hacerlo.
Desahogarse es en cierta manera limpiarse, con lo que uno se queda limpito y mejor (des-ahogarse es salir del agua donde me ahogaba).
Al quejarnos nos quedamos igual de sucios que cuando empezamos la queja, a veces incluso peor porque, para victimizarnos, ampliamos nuestra queja y así podemos darnos más pena.

Retomemos: tenemos una situación que no podemos cambiar. Por ejemplo, tenemos un profesor idiota que no enseña y vamos a su clase cabreados por ello. Si vamos cabreados y esperando un profesor imbécil y que no enseña, ¿qué encontraremos? un profesor imbécil y que no enseña. ¿Pero qué pasa si hoy decido utilizar la energía que uso en quejarme en estar de buen humor y esperar que hoy algo voy a aprender? Puedo pensar que no es tan capullo, que es una persona que tiene sus problemas y que también hay que ver la paciencia que tiene que tener para aguantar a mi compañero Felipito que menudo plasta es... O las voces que pegamos, o el poco caso que le hacemos... Hoy, voy a decidir, porque yo puedo decidir por mí mismo, no siguiendo a la masa, decido elegir ser más feliz en sus clases y para ello veo todo lo bueno que tiene la situación en la que me encuentro: estoy sentado, nadie me obliga a hacer nada, hace bueno, tengo compañeros que aprecio y con los que me lo paso bien y no tengo porqué faltarle el respeto a nadie, ni a los listos ni a los tontos ni a los profesores idiotas...
Un paso más allá, decido, además, ya que tengo que estar una hora allí, comprobar de qué me entero. Porque de algo siempre me entero cuando atiendo y pienso que me voy a enterar. 

Tanto si creo que puedo, como si no, es cierto. 

Por tanto, tanto si pienso que soy capaz de entender lo que dice el profe como si no, es también cierto.
Si en vez de lamentarme de la clase y tirarme una hora quejándome antes de entrar, otra hora refunfuñendo durante la clase y otra hora indignándome por lo que ocurrió otra vez, con lo cual se me pone mala la sangre, ¿qué tal si decido que hoy voy a aprender un poco y luego me alegro de que sé algo más de lo que sabía al entrar? que soy unas ecuaciones más listo/a que cuando entré. No me fijo en que, de una hora, sólo me he enterado de algo, sino de ¡qué guay que me he enterado de algo! ¡soy algo más listo que hace un rato!.
A veces las personas se comportan mal con nosotros porque nosotros esperamos que se comporten mal y ya llevamos hasta mala cara. 

Puede ser que yo vaya con mi mejor cara y mi mejor corazón y el otro siga estando de mala uva, pero esa es su elección, y le hace mal a su riñón, no al mío. Yo escojo no estar de mal humor, estés tú como estés y seas tú como seas y, además, como quiero sacarle provecho a todas las situaciones (quiero sumar con cada experiencia de mi vida, no restar ni hacerle mal a mi riñón), elijo que no tengas poder sobre mí, que no puedas decidir si voy a tener una mala hora.
Además, si pienso que hoy el profe estará de mejor humor y le trato como si lo estuviera te sorprenderás de que lo esté...

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